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"Estuve más de dos años y medio para llegar a este punto, pero eso me ha enseñado que los cambios exprés no existen".
Cuando era adolescente, mi peso no cesaba de subir y bajar. A diferencia de mis compañeros, no era ni el estrés, ni el agobio por ir al instituto los responsables de esa variación. Mi padre falleció cuando tenía 16 años y, eso, me marcó. De manera algo inconsciente, comencé a comer para sobrellevar su pérdida. Me reconfortaba. Sin embargo, en cuanto el plato (o la nevera) se vaciaba, volvía a mí esa sensación de vacío que, realmente, no estaba sabiendo tratar.
Creo recordar que me uní a mi primera reunión de "pérdida de peso" en el último año del instituto. Perdí unos 20 kilos, aproximadamente.
Fue cuando empecé en la escuela de cosmetología, cuando llegó el efecto rebote o yoyó; volví a descuidar mi hábito alimenticio. En dos años, recuperé y gané casi 40 kilos. En esa época, conocí a mi marido y el día de mi boda llegué a pesar, aproximadamente, unos 110 kilos.
Al ver el número en la báscula, fui más consciente de que no estaba precisamente en mi peso ideal. Quería cambiarlo, pero tampoco me movía o iniciaba un régimen. Cuando acudí a mi médico para pedirle ayuda, me diagnosticó hipotiroidismo. O lo que es lo mismo, una de las enfermedades comúnes que te impiden perder peso.
Aún así, me quedé embarazada de mi hijo y, tras dar a luz, decidí empezar en serio un régimen. Quería ser un poquitín más ágil por él. En ese periodo, logré perder más de 20 kilos. Y ¿qué pasó?, te puedes estar preguntando. Pues muy fácil, volví a quedarme embarazada y, una vez más, recuperé todo lo que había perdido e, incluso, añadí.
Así, llegué a los 29 años con serias dificultades para levantarme de la cama. En 2019, pesaba unos 130 kilos. Por si fuera poco, en esos meses, padecí bronquitis y neumonía. ¿Consecuencias? Empecé a tener fuertes dolores de cabeza, ansiedad, depresión y dolores en las propias articulaciones. No me parecía normal, por lo que acudí al médico y, allí, en la consulta, me diagnosticaron fibromialgia.
Fue la gota que colmó el vaso, tenía que cambiar.
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Entre idas y venidas, no tomé en serio el régimen hasta abril de 2020 cuando empezó el confinamiento. No quería estar enferma y ya había llegado a un punto en el que estaba cansada de dar excusas, sabía que tenía que esforzarme y comprometerme con la dieta y el ejercicio.
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En ese momento yo había probado un montón de dietas, pero no era capaz de darles continuidad. No obstante, no perdí la esperanza. Y empecé a seguir el régimen Keto, pero “sucio”. ¿Qué quiere decir esto? Pues que, simplemente, hacía el menú con los refrigerios que había comprado en el súper.
En esa época en la que apenas se podía salir a la calle, me dio por escuchar podcast sobre alimentación. Y, la verdad, me cautivó aprender sobre las dietas bajas en carbohidratos (recuerda, no te olvides de apuntar la cifra de carbohidratos que puedes comer al día para adelgazar).
Al mismo tiempo, combiné ese plan con el ayuno intermitente. En la actualidad, tras suprimir el gluten para paliar la tiroides, todas mis comidas son ricas en proteínas, grasas saludables y verduras.
Eso sí, aunque las patatas no están bien vistas en este régimen, de vez en cuando, me doy un pequeño capricho. Como se suele decir, tienes que tener alguna alegría en tu vida. La actitud lo es todo y, algo que he aprendido con los años y las experiencias fallida, es lo importante que es encontrar un equilibrio.
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No había entrenado en mi día y no sabía casi nada. De este modo, decidí comenzar en el gimnasio andando y haciendo un poco de spinning. Finalmente, superé la vergüenza de hacer los ejercicios mal, y empecé a practicar con las máquinas que tenían imágenes o instrucciones unos cuatro días por semana. Además, los entrenamientos de Youtube -o, si lo prefieres, las rutinas ideasa por nuestras entrenadoras del mes- siempre son muy útiles.
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Mi objetivo principal era activar el cuerpo durante 30 minutos. Ir elevando, poco a poco, mi ritmo cardíaco sin importar cuán lento fuera. En la actualidad, tras haber ganado cierta resistencia, dedico uno de esos días a entrenar con pesas bajo las indicaciones de mi entrenador personal.
¿Mi rutina actual? Bueno, los días que me toca entrenar, suelo realizar sesiones de una hora y media que cuentan ejercicios de cardio con fuerza.
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Esto puede sonar exagerado, pero mi pérdida de peso me enseño a disfrutar otra vez, a vivir el momento. Antes, solía despertarme y contar las horas que quedaban para volver a la cama, no hacía más. Me limitaba a mis hijos y ya. ¡Qué equivocaba estaba!
Es importante cuidarlos, pero también saber tratarnos con cariño y dedicarnos tiempo a nosotras mismas.
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Aunque pueda chocarnos un poco, si nosotras no nos cuidamos... ¿cómo vamos a pretender cuidar de lo demás? Nuestras necesidades también son importantes. Asi que, si quieres cambiar algo de tu vida, dedicate el tiempo necesario para ello y ¡vive!
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